¿Qué es equidad y cómo puede mejorar la educación y el desarrollo de un país? Algunas consideraciones para una educación equitativa

¿Qué es equidad y cómo puede mejorar la educación y el desarrollo de un país? Algunas consideraciones para una educación equitativa

Por Ricardo Acosta, Co-fundador y CEO de Idem.

La educación siempre ha sido un pilar muy importante para el desarrollo y necesaria en todos sus sentidos. En definitiva, es solo través de una educación equitativa y de calidad que se puede lograr sociedades más justas, productivas e inclusivas. Atrás quedaron los tiempos en que se consideraba a las reparticiones en educación como un gasto. La educación, en la actualidad, constituye una inversión muy productiva, estratégica en lo económico y, sobretodo, prioritaria en lo social (Lavado, Martínez y Yamada, 2014).

En esa línea, uno de los mayores desafíos de los sistemas educativos para el Perú [1] y América Latina [2] es garantizar una educación que no solo sea igualitaria sino también justa y equitativa de calidad y satisfaga las necesidades particulares de quienes lo reciben (López, 2005) para reducir así las desigualdades y promover la justicia social.

Desafortunadamente, aún hay muchos retos por que trabajar. En este contexto, el Perú tiene uno de los sistemas educativos más desiguales (D’ Elia y Maingon, 2004) e inequitativos, no sólo porque sus resultados son marcadamente desiguales, sino porque, en un sentido inverso al de la equidad, ofrece más recursos y mejores oportunidades a quienes más tienen.

Para muchos autores, estas líneas de inequidad y desigualdad vistas, además, como posiciones injustas pero sobre todo evitables (Toledano, 2009), frena el desarrollo de todo un país. Por ello, la relevancia de este tema, debe permitir generar políticas equitativas e inclusivas que generen posibilidades para todos (De la Cruz, 2017). En estas condiciones, el acceso universal y la permanencia a una educación de calidad permitirán generar para todas las personas en igualdad de condiciones igualdad de oportunidades (Formichella, 2011).

Por todo lo mencionado, la educación para el desarrollo no es una cuestión menor a la hora de analizar las potencialidades de un individuo y un país (Formichella, 2011); en ese sentido, este enfoque constituye una necesidad para la construcción social ante las enormes desigualdades sociales y económicas (D’ Elia y Maingon, 2004). Por ello, en este ensayo me propongo analizar la importancia del discurso de la equidad para el desarrollo y la educación y desarrollar “algunas consideraciones” que se deben tener en cuenta e implementar en el discurso de la política de la
equidad. Para ello, el análisis estará dividido en tres grandes consideraciones, antes bien realizare algunas breves aproximaciones al concepto de equidad.

Una aproximación breve al enfoque de equidad. Hablar del enfoque de equidad no es un tema sencillo; por el contrario, es un territorio poco claro e incierto (González y Hernández, 2016). Por ello, en esta primera sección trataremos de abordar de una manera clara y precisa el enfoque de equidad y sus implicancias con el objetivo de tener una mayor claridad conceptual a lo largo de la lectura de este ensayo académico.

En esa línea, como una primera aproximación, es necesario entender que la equidad no se reduce a distribución, sino que se orienta a la construcción de una ética del reconocimiento de las diferencia que se configura contra todo poder excluyente (D’ Elia y Maingon, 2004). Sumado a lo anterior y como segundo punto, es importante considerar que el enfoque de equidad reconoce las diferencias individuales y sociales desfavorables, pero sobre todo busca corregirlas
(González y Hernández, 2016).

En tercer lugar, la equidad se fundamenta sobre la base de tres conceptos de enorme importancia social: Igualdad, justicia e inclusión (González y Hernández, 2016). De esta manera, la equidad e igualdad[3] son conceptos que se relacionan ampliamente aún cuando, inclusive, la equidad[4] es más complejo al permitir ciertas desigualdades. En esa línea, Sen (1979), plantea el interrogante: ¿igualdad de qué? Igualdad en el bienestar, en los bienes y en las oportunidades (Formichella, 2011). Propiamente en educación, la igualdad se justifica en aspectos tales como que todos los educandos tengan el derecho a una educación básica de calidad.

Sumando lo anterior, la justicia guarda relación con equidad pues parte sobre la base que la distribución de bienes y/o servicios debe de realizarse con lo que cada uno merece (Toledano, 2009) y, a su vez, ejercer una acción compensadora[5] (De la Cruz, 2017). Por último, la inclusión es un pilar fundamental en el enfoque de equidad. En oposición, la exclusión es las expresión más dramática de la equidad pues es la causante de mayores desigualdades, concentración de riqueza, ingresos y escolaridad en unos pocos sectores.

En suma, el enfoque de desarrollo reconoce las diferencias y busca corregirlas. Por ello, para que exista equidad tiene que haber igualdad de oportunidades y capacidades que permita la libre competencia entre las personas (González y Hernández, 2016) de manera que los resultados no estén determinados por la pertenencia a ningún grupo social; sin perder de vista que esta sea una competencia justa y que permita la construcción de una sociedad más inclusiva.

Consideración Nº1: ¿Y si pasamos de la igualdad hacia la equidad? Uno de los grandes éxitos educativos recientes en el Perú es la fuerte expansión del acceso al sistema de educación (Castro y Yamada, 2013). Este acceso, en función de las tasas de matriculación, ha experimentado un aumento significativo en las últimas décadas. De tal manera, que el Perú tiene hoy un acceso, por ejemplo, a secundaria prácticamente universal y similar al nivel promedio[6] de países pertenecientes a la OCDE (Castro y Yamada, 2013).

En esa línea, cabría hacerse la siguiente pregunta: ¿es esto suficiente para combatir la pobreza y luchar por la igualdad de oportunidades para todos? En mi opinión, considero que no; es un excelente avance pero en miras de construir un país más justo, inclusivo y con absoluta igualdad de oportunidades para todos es necesario la implementación de un enfoque de equidad, el cual sigue siendo el mayor de los retos del sistema educativo nacional (D’ Elia y Maingon, 2004) y va más allá de la calidad o niveles de cobertura.

Lamentablemente, el Perú ha venido trabajando y entendiendo a la equidad como sinónimo de igualdad en el acceso al sistema educativo (Castro y Yamada, 2013); y en este sentido, no es de extrañarse que se opte por medir la equidad por medio de los indicadores de cobertura y matrícula académica. Bajo esa lógica, el problema se resumiría a un enfoque de la oferta educativa, en la cual la “igualdad en la infraestructura educativa, en los procesos pedagógicos y en la evaluación de los procesos de aprendizaje” (De la Cruz, 2017, p. 165) solucionaría los problemas.

Esto significaría un gran avance pero no es suficiente pues “tratar igual a los desiguales” promueve más desigualdad y por ello se necesita acciones compensatorias que rebasen la igualdad y, de esta manera, se pueda dar más a quienes menos tienen (De la Cruz, 2017). En esa línea, el concepto de equidad cobra una especial relevancia y, a la vez, destaca la superioridad sobre la igualdad al buscar compensar las desigualdades del sistema.

En resumen de esta primera consideración como país debemos empezar a pensar y pasar de la igualdad hacia la equidad y aspirar a tener un sistema en el que los resultados no estén determinados de ninguna manera por la pertenencia a ningún grupo y en el que se dé respuesta apropiada a los diferentes puntos de origen.

Consideración Nº2: ¿Y si pasamos de la equidad en la cobertura hacia la equidad en la calidad? Uno de los grandes éxitos educativos recientes en el Perú es la fuerte expansión de la cobertura en la educación en todos los niveles. No obstante, los escasos resultados del país en las mediciones internacionales del aprendizaje siguen indicando que el gran reto pendiente es mejorar la calidad en la educación de manera equitativa para todos los peruanos (Castro y Yamada, 2013).

En esa línea, en el Perú, aún existen importantes diferencias en el rendimiento escolar, vinculados, principalmente, a factores sociales, económicos y culturales. Por ejemplo, de acuerdo con los recientes resultados de PISA, el 25% de los estudiantes ricos supera en cerca de 2.5 años de escolaridad en educación a los 25% más pobres (World Bank, 2005). Sumado a lo anterior, alrededor del 36% de la variación en el rendimiento de los estudiantes en el Perú se explica por la situación económica, cultural y social de los estudiantes y de la escuela, siendo este el porcentaje más alto en Latino América (World Bank, 2005). Esto nos quiere decir que la educación de calidad no es deficiente para todos, pero sí lo es para aquellos estudiantes pobres y marginados de nuestro país.

En este contexto, es importante recordar los tres elementos para definir una educación equitativa y de calidad establecidos por la UNESCO en el Informe de Monitoreo de Educación en el 2015, los cuales son: el respeto de los derechos de las personas; la equidad en el acceso, procesos y resultados; y la pertinencia en la educación (Blanco, 2006). En ese sentido, ¿cumplimos con los tres elementos definidos por la UNESCO?

Por ello, no es suficiente la cobertura en la educación sino que esta tiene que venir acompañada de calidad; pues la equidad combinado con calidad demanda que la educación este dirigida para todos y en la que todos los estudiantes tengan igualdad de oportunidades de éxito en los estudios y alcancen los estándares mínimos de desempeño establecidos para cada nivel educativo. Sumado a lo anterior, la equidad en la calidad educativa significa no sólo que todos aprendan, sino que lo hagan apropiándose de los niveles superiores de conocimiento, que por mucho tiempo sólo estuvo reservado a un reducido sector social y que constituye en su mayoría a las clases privilegiadas (González y Hernández, 2016). Equidad sin calidad en la practica significa la destrucción de la escuela como un bien común, pues no es lo mismo construir la calidad educativa mediante el esfuerzo social, que seleccionar a unos cuantos que demuestren calidad (D’ Elia y Maingon, 2004).

Finalmente es relevante alertar sobre la mecánica de la calidad y el peligro de caer en esa monotonía. La mecánica de la calidad considera que la calidad se deriva de establecer estándares, programas detallados, procedimientos, evaluaciones estandarizadas, etc. En este esquema se elimina las intervenciones sociales y compensatorias a favor de los más débiles; pero en realidad lo único que se logra es apartar a los más débiles, pues teniendo dificultades para cumplir con lo mínimo, son vistos como un simple “daño colateral” (Formichella, 2011).

Consideración Nº3: ¿Y la equidad en la gestión? ¿Cuál es el valor de la equidad en la gestión de la calidad educativa? Los retos que conlleva gestionar una organización educativa[7] desde una perspectiva instrumentalista para satisfacer a los usuarios (alumnos, padres y profesores), nos lleva a pensar sobre el rol valioso de la gestión institucional para centros educativos[8] y para cumplimiento de sus funciones (Silvio, 2006). En ese sentido, la calidad y equidad no es un accidente; es el resultado de una gestión de trabajo, con metas y propósitos debidamente identificados (Gutiérrez, 2021).

Por ello, se plantea a la equidad en la gestión como aquel valor que busca en las organizaciones y sistemas educaciones el acceso de la población estudiantil a los niveles de exigencia académica, en igual de oportunidades y recursos (Silvio, 2006); pues la equidad por medio de la gestión supone que todos los estudiantes tengan “la oportunidad de terminar la educación y logren con calidad y pertinencia los aprendizajes y resultados previstos en las normas” (Silvio, 2006, p. 6).

Para terminar, implementar una gestión institucional desde una mirada equitativa significa combatir las desigualdades, cerrar brechas educativas que prevalecen en las sociedades modernas y poner así a más jóvenes en el camino del éxito.

Palabras finales. A lo largo de este trabajo se ha tratado de realizar un análisis del concepto de equidad y su relevancia en el ámbito educativo y el desarrollo. En definitiva, el tema de la educación y los resultados educativos que todos y todas necesitan en condiciones de equidad, es parte de un debate abierto y complejo y que, de seguro, lo continuará siendo.

Ha quedado manifiesto que la equidad es un concepto ambiguo y no es sencillo de definir, pero a la vez, ha quedado de igual de manifiesto la relevancia de este principio. Desde el punto de vista de quien escribe, el enfoque de equidad y la educación son factores fundamentales para el desarrollo de un país.

Y es que es solo que por medio de la educación, necesaria en todos los sentidos, las personas podrán invocar sus derechos, intercambiar ideas, obtener un empleo, cuidar mejor su salud y la de su familia, entre otras cuestiones. Por esta y otras razones, es fundamental, que pueda asegurarse la educación de calidad y equitativa para todas las personas.

En esa línea, el Perú tiene por delante una agenda ambiciosa para promover mayor cobertura, que no solo sea igualitaria, sino de calidad y pertinente de una educación equitativa y satisfaga las necesidades particulares de quienes lo reciben. Por ello, es necesario establecer políticas que permitan crear las posibilidades de que la la gente tenga una vida plena, desarrollando su potencial y dignidad, para que pueda tomar decisiones y construir asi un mejor futuro.

 

[[Descargo de responsabilidad general de que todas las cifras se toman a partir del 10 de abril de 2023]]

 

[1] El énfasis en la equidad como propósito responde a la amplitud de las desigualdades en la calidad y en los resultados del sistema escolar peruano (López, 2005).

[2] En América Latina, la inequidad y la segregación de la educación en América Latina son destacadas por Marchesi en el marco de la presentación de las Metas Educativas 2021 de la OEI (2010). Algunos datos que muestra, por ejemplo, indican que mientras que el 23% del quintil más rico termina educación superior, sólo el 1% de los del quintil más pobre lo logra (López, 2005).

[3] Para precisar y contextualizar, el concepto de igualdad es inadecuado si se usa como sinónimo de identidad, uniformidad y homogeneidad para realidades concretas, procesos o acciones.

[4] En este sentido la equidad es más justa que la igualdad pues ejerce una acción compensadora. No obstante la igualdad es mucho más fácil de medir que la equidad, pues la equidad implica una desigualdad compensatoria positiva.

[5] Por ejemplo, no es equitativo dar un subsidio para transporte escolar a los más ricos pues ellos tienen la capacidad económica para sufragar el gasto; lo que es equitativo es darles a los más pobres el acceso como estudiantes al transporte escolar gratuito porque no tienen recursos suficientes (Campos, 2006), o porque la distancia comúnmente es mayor entre las escuelas a las que asisten y sus hogares (González y Hernández, 2016).

[6] 93% en Perú frente a un 96% en la OCDE (Lavado, Martínez y Yamada, 2014).

[7] Las organizaciones educativas son organismos vivos, es decir, no son espacios improvisando de reproducción de políticas o procesos. Son instituciones que hacen y tomas decisiones previamente planificadas para concretar metas de índole pedagógica, institucional, administrativa y comunal (Minandreau, 2014).

[8] Organizaciones compuesto por directores, cuerpo docente y una la plana administrativa que cumpla con formar la integridad de los individuos para enfrentar los desafíos del mundo globalizado.

 

 

 

 

 

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